No
sabía a dónde iba, no sabía que esperar exactamente, y aunque tenía muchas
expectativas y había imaginado mil veces como sería aquello, aquel lugar y
aquellas personas desvincularon mi mente de todo lo cotidiano que había tenido
hasta entonces, de todas las apariencias que llevaba conmigo, de todas las
ataduras de mi mundo diario; para encontrar otra perspectiva, otra forma de
agarrar la vida. Tomarte cada día con frijoles y plátano frito, ver campos de
arroz desde la parte de atrás de un pick up conducido imprudentemente, o llegar
al cantón más apartado que se pueda imaginar para hacer citologías en abruptas
condiciones.
Llegue
acojonada. Un mes fuera no dejaba de parecerme demasiado. Tras intentar
mantener innumerables veces mi burbuja de seguridad la primera semana, El
Salvador pudo con ella; y que desapareciera fue lo mejor que pudo pasarme. Poco
a poco pasé de las cosas más básicas de la vida cotidiana, de buscar wifi de
vez en cuando y tomármelo como un pequeño periodo, a involucrarme con ellos en
todo lo que hacían, olvidar el móvil y temer mi vuelta a casa.
Cada
noche en casa de María y Toño, en el cantón San Isidro Lempa, nos enseñaba
mucho más de lo que hubiéramos imaginado. María cocinaba frijoles y huevos
revueltos para nuestra cena, Toño hablaba de la guerra, de religión, de su
juventud, nos contaban sus experiencias y compartíamos pensamientos que nos
llenaban de sensaciones. Nunca conseguí acostumbrarme a la letrina y a los
insectos en la habitación, aunque terminé durmiendo con murciélagos sobrevolando
mi cama. Pero abrir la puerta de tu cuarto por la mañana y encontrarte en medio
de la selva es inigualable.
Que nos
acogieran Magdalena y Dinora en Tacachico nos enseñó que tu familia no es sólo
en la que naces y te crías. Y tras haberme pasado todos los años que recuerdo
de mi vida diciendo que no me gustan los niños, vuelvo enamorada de Anderson y
Nicole, los hijos de Magdalena. Tener que cruzar el charco para disfrutar el
tiempo con un niño es simplemente inexplicable, ahora espero el fenómeno en
este lado.
Conocer
médicos que se dejan la piel casi literalmente en llevar a cabo la reforma de
salud, en que las mujeres paran en un hospital, en que los niños tengan sus
controles normales, en que cualquier persona, tenga los recursos que tenga,
pueda visitar a un médico, hace que te plantees tu profesión desde un punto radicalmente
diferente. Allí intentando avanzar, y aquí retrocediendo a pasos agigantados.
Y así, en un solo mes, vuelta a la realidad con una sublevación en mi cabeza, que todavía no he sabido encajar en nuestra pequeña burbuja.
Y así, en un solo mes, vuelta a la realidad con una sublevación en mi cabeza, que todavía no he sabido encajar en nuestra pequeña burbuja.
Hola Irati!
ResponderEliminarTe escribo para decirte que si se puede hacer la diferencia, desde mi humilde experiencia, como mujer, antropologa, profe, amiga, militante, etc y ahora especializándome en salud. Te dejo un documental de un medico de mi país http://www.domenicafilms.com/esp/?pelicula=cuento-chino-clasista-y-combativo
http://www.youtube.com/watch?v=JVCeQ2MPU44
La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para que sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar.
Eduardo Galeano
Abrazo Sole.-