jueves, 10 de octubre de 2013

Desde un Cantón Salvadoreño.

No sabía a dónde iba, no sabía que esperar exactamente, y aunque tenía muchas expectativas y había imaginado mil veces como sería aquello, aquel lugar y aquellas personas desvincularon mi mente de todo lo cotidiano que había tenido hasta entonces, de todas las apariencias que llevaba conmigo, de todas las ataduras de mi mundo diario; para encontrar otra perspectiva, otra forma de agarrar la vida. Tomarte cada día con frijoles y plátano frito, ver campos de arroz desde la parte de atrás de un pick up conducido imprudentemente, o llegar al cantón más apartado que se pueda imaginar para hacer citologías en abruptas condiciones.

Llegue acojonada. Un mes fuera no dejaba de parecerme demasiado. Tras intentar mantener innumerables veces mi burbuja de seguridad la primera semana, El Salvador pudo con ella; y que desapareciera fue lo mejor que pudo pasarme. Poco a poco pasé de las cosas más básicas de la vida cotidiana, de buscar wifi de vez en cuando y tomármelo como un pequeño periodo, a involucrarme con ellos en todo lo que hacían, olvidar el móvil y temer mi vuelta a casa.

Cada noche en casa de María y Toño, en el cantón San Isidro Lempa, nos enseñaba mucho más de lo que hubiéramos imaginado. María cocinaba frijoles y huevos revueltos para nuestra cena, Toño hablaba de la guerra, de religión, de su juventud, nos contaban sus experiencias y compartíamos pensamientos que nos llenaban de sensaciones. Nunca conseguí acostumbrarme a la letrina y a los insectos en la habitación, aunque terminé durmiendo con murciélagos sobrevolando mi cama. Pero abrir la puerta de tu cuarto por la mañana y encontrarte en medio de la selva es inigualable.

Que nos acogieran Magdalena y Dinora en Tacachico nos enseñó que tu familia no es sólo en la que naces y te crías. Y tras haberme pasado todos los años que recuerdo de mi vida diciendo que no me gustan los niños, vuelvo enamorada de Anderson y Nicole, los hijos de Magdalena. Tener que cruzar el charco para disfrutar el tiempo con un niño es simplemente inexplicable, ahora espero el fenómeno en este lado.

Conocer médicos que se dejan la piel casi literalmente en llevar a cabo la reforma de salud, en que las mujeres paran en un hospital, en que los niños tengan sus controles normales, en que cualquier persona, tenga los recursos que tenga, pueda visitar a un médico, hace que te plantees tu profesión desde un punto radicalmente diferente. Allí intentando avanzar, y aquí retrocediendo a pasos agigantados.


Y así, en un solo mes, vuelta a la realidad con una sublevación en mi cabeza, que todavía no he sabido encajar en nuestra pequeña burbuja.




1 comentario:

  1. Hola Irati!
    Te escribo para decirte que si se puede hacer la diferencia, desde mi humilde experiencia, como mujer, antropologa, profe, amiga, militante, etc y ahora especializándome en salud. Te dejo un documental de un medico de mi país http://www.domenicafilms.com/esp/?pelicula=cuento-chino-clasista-y-combativo
    http://www.youtube.com/watch?v=JVCeQ2MPU44
    La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para que sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar.
    Eduardo Galeano
    Abrazo Sole.-

    ResponderEliminar