sábado, 9 de marzo de 2013

ANSÍO LAS ESTRELLAS, MAS ABOCADA ESTOY A LA PECERA.


Para quienes todavía estéis luchando por salvaros de la pecera. Para quienes os quede un pequeño atisbo de aferraros al arte y transformaros a vosotros mismos en una pieza de sentido en esta existencia sin sentido.
Pero sobre todo para aquellos que todavía no hayan percibido el ineludible destino de no reinventarse y transformarse cada día, no en eso que quieres ser, si no en eso que ya eres y sólo falta despertar. Pues bien sabido es, que nada que merezca la pena aprender se puede enseñar.

En la Elegancia del Erizo, la pequeña Paloma disecciona muy bien el problema. Os lo dejo, y os recomiendo el libro infinitamente.


Ansío las estrellas, mas abocada estoy a la pecera.

Idea profunda n.º 1

Aparentemente, de vez en cuando los adultos se toman el tiempo de sentarse a contemplar el desastre de sus vidas. Entonces se lamentan sin comprender y, como moscas que chocan una y otra vez contra el mismo cristal, se inquietan, sufren, se consumen, se afligen y se interrogan sobre el engranaje que los ha conducido allí donde no querían ir. Los más inteligentes llegan incluso a hacer de ello una religión: ¡ah, la despreciable vacuidad de la existencia burguesa! Hay cínicos de esta índole que comparten mesa con papá: "¿Qué ha sido de nuestros sueños de juventud?", preguntan con aire desencantado y satisfecho. "Se han desvanecido, y cuán perra es la vida...". Odio esta falsa lucidez de la edad madura. La verdad es que son como todos los demás: chiquillos que no entienden qué les había ocurrido y que van de duros cuando en realidad tienen ganas de llorar.

Sin embargo, es fácil de comprender. El problema está en que los hijos se creen lo que les dicen los adultos y, una vez adultos a su vez, se vengan engañando a sus propios hijos. "La vida tiene un sentido que los adultos conocen" es la mentira universal que todos creen por obligación. Cuando, una vez adulto, uno comprende que no es cierto, ya es demasiado tarde. El misterio permanece intacto, pero hace tiempo que se ha malgastado en actividades estúpidas toda la energía disponible. Ya no le queda a uno más que anestesiarse como puede tratando de enmascarar el hecho de que no le encuentra ningún sentido a la vida, y engaña a sus propios hijos para intentar convencerse mejor a sí mismo.

De entre las personas que frecuenta mi familia, todas han seguido el mismo camino: una juventud dedicada a tratar de rentabilizar la propia inteligencia, a exprimir como un limón el filón de los estudios y a asegurarse una posición de élite; y luego toda una vida dedicada a preguntarse con estupefacción por qué tales esperanzas han dado como fruto una existencia tan vana. La gente cree ansiar y perseguir estrellas, pero termina como peces de colores en una pecera. Me pregunto si no sería más sencillo enseñarles a los niños desde el principio que la vida es absurda. Ello le robaría algunos buenos momentos a la infancia, pero permitiría que el adulto ganara un tiempo considerable (por no hablar de que uno se ahorraría al menos un trauma: el de la pecera..."





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