domingo, 14 de agosto de 2011


Sentir cada instante desde la más pura revolución. Revolución de verano que revolotea las emociones haciendo girones con nuestra piel y construyendo, mediante pinceladas hormonales, un mosaico de encanto.

Encontrar en cada momento un recoveco en el que meter la ilusión, y no tener la meta de siempre. La de esperar al viernes, a la hora de comer, al fin de la clase, a salir de currar o a la hora del bus. No hay más meta que ahora; más meta que escudriñar entre el tiempo, encontrando rincones y recovecos en el aire que te puedan inquietar. 

Y así, de repente, tres meses de sol tostando ideas; y llegará tras tres semanas más, el momento de pasar unos días de depresión post veraniega congelando emociones, momentos, recuerdos, para llevarlos siempre conmigo en invierno. Llegará el momento de revivir las verdaderas metas, que no son poca cosa, y requieren curro y curro entre las cuatro paredes de mi habitación; pero la explanada del verano quedará en detalles y aleteos convertidos en una cerveza, una tarde de viernes, un beso un lunes por la mañana, o un descongelar momentos, que para eso los guardo siempre en el fondo del cajón.











1 comentario:

  1. pero si las verdaderas metas solo existen en verano, cuando no tienes que conseguirlas

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